Hace pocos meses tuve la inmensa fortuna de convertirme en padre por primera vez a los 54 años de edad. He tenido dos hijas por el precio de una, una experiencia agotadora y a la vez muy gratificante. Pero, ¿cómo serán mis niñas, qué serán cuando se hagan mayores?

Lo que sí he podido comprobar es que cada una tiene ya su propia personalidad. Sin embargo, sé que tanto mi esposa como yo influiremos en su forma de ver el mundo, en las cosas que darán por sentadas y en aquellas que creerán más importantes. En otras palabras, tendremos una gran influencia en la cultura que van a vivir.

Si fuéramos una familia al uso, todo esto vendría ya predeterminado porque adoptaríamos la cultura del país en el que siempre hemos vivido y se la transmitiríamos a nuestras hijas de forma natural. Sin embargo, no somos una familia corriente; yo soy australiano, mi mujer nació en Francia, vivimos en España y pasamos mucho tiempo en Italia, donde viví durante muchos años. Es cierto que esta experiencia hace que nuestra vida sea más complicada, pero también la hace más rica y, sobre todo, nos brinda muchas oportunidades.

¿Conoces tu propia cultura?

Cuando te marchas de tu país adquieres plena conciencia de la cultura en la que has crecido y cuando vives en otros lugares conoces la suya. En mi caso, hay cosas de la cultura de mi Australia natal que aún me gustan: la forma de afrontar los problemas y un cierto optimismo que yo sigo considerando positivo. Sin embargo, la pasión que ponen los franceses en ciertas cosas, el amor de los italianos por la estética y la gastronomía y la importancia que dan en España a las relaciones en el trabajo son también cosas que valoro. La cuestión es que, al haber vivido todas estas cosas, soy consciente de ellas y por tanto puedo elegirlas o no. Así, con nuestras dos pequeñas niñas, puedo brindarles muchas opciones de modo que puedan moldear la cultura que más les convenga para la vida que van a llevar.

Como empresas tu también puedes elegir, aunque no lo sepas

En mi trabajo diario veo la importancia de la cultura organizacional una y otra vez. A veces veo cómo puede contribuir a ejecutar la estrategia y otras cómo puede influir negativamente en ella. Esto no es algo que me resulte nuevo ni extraordinario. Lo que me parece increíble es que la mayoría de las compañías ni siquiera sean conscientes de que tienen una cultura empresarial y menos aún del efecto que ésta tiene en la calidad de vida de los profesionales o cómo influye en el éxito de su negocio. Por tanto, lo primero que una empresa tiene que hacer es conocerse a sí misma, saber cuáles son sus valores y cuáles sus supuestos.

Una cultura empresarial puede llegar a convertirse en la respuesta a cierto entorno en un momento determinado. Al principio, se es consciente de ello, pero con el paso de los años se traslada al subconsciente. El problema es que el entorno cambia pero la cultura sigue siendo la misma y, por tanto, las personas siguen actuando sobre supuestos que, de hecho, han dejado de ser válidos.

Eres libre para elegir

No tiene por qué ser así. Algunas empresas trabajan sobre su propia cultura, son conscientes de ella y la cuestionan, idealmente con respeto e incluso cierto afecto, pero también con determinación para transformar los elementos de esa cultura que ya no les sirven y así escoger nuevos componentes que les ayuden a ejecutar mejor su estrategia y sobrevivir.

Igual que me ocurre a mí con mis pequeñas hijas, somos más libres de lo que pensamos.